Aún son muchas las mujeres del Valle que siguen utilizando las arracadas o pendientes tradicionales, destacando el tipo llamado africana, variante simple del de herradura. En muchas ocasiones con el peso y el tamaño de los pendientes se rajaban las orejas, teniendo algunas mujeres que sujetárselos al pañuelo o trenza de sus tocados.
Los pendientes llamados de lazo o calabaza, que están llenos de simbología, en sus formas muestran claros signos orientales manteniendo parecido con los hallados en excavaciones arqueológicas tartesas. Los componen tres piezas, la primera y cierre del pendiente llamada pilón tiene forma de sol con doce rayos en forma de bola y en el centro seis esmaltes interpuestos, tres blancos y tres negros. Del pilón cuelga un lazo y de él dos, cuatro o seis campanitas, dependiendo del tamaño; y también le cuelga la llamada calabaza, hueca, de forma cónica, de rica filigrana. Cuentan que en el pueblo de Arenas el pilón representaba a los antepasados y a la familia, el lazo simboliza la unión, las campanas, la fiesta, siendo la calabaza el símbolo de la prosperidad y fertilidad. Quizá por ello se preferían para el momento de la boda.
Gargantilla. Varía el tamaño de las cuentas y el largo. Del collar o gargantillona cuelgan el galápago o la temblera. El primero simula el caparazón, en forma esquematizada, del animal que le da nombre, símbolo de resistencia y sabiduría, y de mayor antigüedad que la temblera. Ésta es una especie de cruz de dos piezas, la superior con forma de lazo y la inferior es la cruz; de ambas partes penden cinco, siete u once pequeños colgantes con forma de pequeños galápagos. En el centro de la cruz se intercalan seis puntos de esmalte, tres blancos y tres negros de clara herencia árabe.
Completan el ajuar femenino grandes crucifijos de filigrana, medallas votivas, amuletos varios, broches, casi siempre de oro y plata, la botonadura del jubón, también de plata, pulseras, anillos. Y, por supuesto, las horquillas para sujetar el peinado, en su mayoría de plata y de muy variada filigrana. Las hay de dos tipos, unas redondas con dos pequeñas bolitas que cuelgan del centro, llamadas lágrimas, y otras que carecen de dichos ornamentos. Las horquillas que los tienen se colocan a ambos lados, mientras que las otras se suelen usar a modo de peineta.
No existen dos piezas iguales, pues todas las piezas del ajuar eran hechas de forma artesanal por las plateras, verdaderas maestras de la orfebrería y de cuyas manos salieron las joyas tan hermosas que lucieron y lucen las serranas. Este gremio desaparece totalmente de nuestras villas y pueblos a principios de este siglo. Las joyas han venido pasando de generación en generación a modo de pequeños tesoros familiares de incalculable valor sentimental.
(Daniel Peces Ayuso. http://www.joyanco.com/Poyales/traje.html)
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