Mantellina
La pieza más ancestral del traje y complemento obligado para las más grandes ceremonias es la mantellina, cuyo pasado se remonta a nuestra prehistoria como así lo muestran entre otros el ejemplo de un dibujo ibérico del siglo II antes de Cristo en Liria (Valencia) donde en una pieza de cerámica se representa a una mujer colocándose la mantellina. Después, cronistas griegos y romanos definieron esta pieza como de uso típicamente ibérico, entendiendo como tal toda la Península, y llamándolo man-tellum
Camisa
Cubriendo el cuerpo por encima de un camisón interior, para el uso diario usaban finas blusas de los más variados colores y texturas, muy entalladas de cintura, con la pechera fruncida o bordada y en su mayoría abrochada atrás o a un lateral; la variedad de las telas y colores va relacionada sobre todo con el gusto personal. Las mangas de estas blusas tienen amplios golondrinos que caen del hombro y se ajustan al antebrazo, resultando todas las mangas algo cortas.
Cubriendo el cuerpo por encima de un camisón interior, para el uso diario usaban finas blusas de los más variados colores y texturas, muy entalladas de cintura, con la pechera fruncida o bordada y en su mayoría abrochada atrás o a un lateral; la variedad de las telas y colores va relacionada sobre todo con el gusto personal. Las mangas de estas blusas tienen amplios golondrinos que caen del hombro y se ajustan al antebrazo, resultando todas las mangas algo cortas.
Para el buen tiempo, las blusas de lino o lienzo crudo o teñido. Las de vestir días especiales, siempre ricamente bordadas con signos geométricos o florales de clara influencia oriental; las mangas de estas blusas suelen ser cortas y afaroladas, en algunos casos los bordados son sustituidos por la técnica del deshilado.
Hay que destacar la influencia navalqueña y lagarterana en cuanto al estilo del bordado que por esta Sierra y Valle se elabora.
Jubón
El jugón negro para los días más importantes, casi siempre en terciopelo labrado o ricas telas brocadas; en algunos casos, por problemas económicos, solían hacer las mangas con tela de buena calidad y el cuerpo con otra más simple. Los puños o púnelas se labran con pedrería, azabaches, galones o cintas; en otros casos van bordados y en otros se utilizan varias telas distintas, dando policromía al conjunto. Los botones del cuerpo de jugón solían ser de asta, hueso, azabache o madera forrada, excepto los de los puños, de rica plata labrada y cuyo número varía, siendo generalmente un mínimo de tres por puño. Rematan los puños una fina puntilla de bolillo en hilo negro o blanco. El cuello abierto con gran escote de caja cuadrado, sin adornos y sobre el que se prende la pañoleta, pequeña pieza a modo de sobrecuello, sobrecargada de cintas, perifollos y puntillas varias; se usaba sólo para los días grandes, y de color generalmente blanco.
Pañuelo de seda
Los pañuelos de seda y crespón fueron utilizados para el buen tiempo. Siempre en fuertes y vivos colores, bordados o con llamativos diseños, fueron muy valorados.
Suelen ser éstos de fondos negros y bordado un solo pico con espléndidos ramos de bellas flores en vivos colores y que, curiosamente, la mayoría llevan cerca del pico un pájaro bordado o una mariposita, símbolo el primero de alegría y la segunda de feminidad. Los flecos, por lo general, son cortos; el más curioso es el llamado de escoba por la forma a mechas o escobillas que tienen.
Ropa interior
La ropa interior femenina era igual en todo el Valle. Un largo camisón o viso de hilo sobre el que se ajustaban siete enaguas, generalmente blancas, una para cada día de la semana.
La costumbre era lavar la noche del sábado la enagua primera, que estaba en contacto directo con el cuerpo, para ponérsela limpia la mañana del domingo, y así durante todo el año. El uso de siete enaguas fue menguando a tres, siendo hoy en día tan solo una. Los pololos no son tradicionales ni las bragas adoptadas por los grupos folklóricos más saltarines y pudorosos, excepto en las épocas de menstruación en las que algunas usaban unos calzones especiales, o en las bodas de gran rumbo en que usaban unas bragas sin costura en los bajos.
Refajo, miriñaque y guardapiés
Sobre las enaguas, el refajo de paño, teñido generalmente en verde, azul, amarillo, rojo, pardo o negro, cuyo único adorno son una serie de lorzas en su parte baja que van de tres, a siete o doce.
Sobre el refajo, el miliñaque de tela estampada o lisa, pero siempre lleno de colorido, que puede ir adornado con tres cintas o tiranas, con dos puntillas de hilo de oro o plata o liso sin adornos, pero en todos los casos muy plisados, con finas y rectas tablas que dan una forma acampanada al talle femenino.
Sobre las enaguas y refajo simple el guardapiés, faldón también de paño teñido pero de más amplio repertorio colorista, sobre el que se cosen la o las tiranas picás, piezas de paño de color diferente al de la falda en el que se han recortado diferentes motivos y cosido a ésta. Es el guardapiés una pieza llena de misterio e información. Y así es porque dependiendo del color de la falda y el picao se sabrá a simple vista entre otras cosas su estado social. Los colores claros y llamativos se reservan para la mocedad, mientras que los combinados más elegantes, como por ejemplo amarillo picao negro o rojo picao en negro suelen ser signos de madurez o estabilidad, dejando los colores pardos y negros para la viudedad. Si a esto añadimos el significado que tiene el dibujo del picao obtendremos aún más información de quién y cómo es su portadora. Por ejemplo, las flores simbolizan la belleza en general, pero no es lo mismo una rosa que un clavel; cuando estas flores están juntas en un ramo indican matrimonio. Si lo que aparecen son pájaros, en general representan alegría, pero no es igual el águila a la paloma, pues cada una adquiere una connotación diferente. Pongamos un último ejemplo: el dibujo llamado las fuentes simboliza la riqueza, pero si la fuente está rodeada de fruta, por lo general granadas o pinas, representan la posesión de tierras para la agricultura, cuando por el contrario, beben animales indican relación con la ganadería.
El número de refajos y guardapiés varía según el tiempo frío o caluroso. Curiosa es la costumbre, cuando el frío era intenso, de recogerse las mujeres el guardapié echándoselo sobre la espalda y cabeza en forma de cobijo, mostrando apenas la cara y dando un aire arabesco a su porte.
Completan la variedad de faldas los refajos pintados, en colores amarillos, rojos y verdes, sobre los que se pintaba a mano motivos florales con jarrones y cestas, pájaros y frutas, realizados siempre en color negro, pardo o verde oliva. Se llegaron a crear planchas en metal con las que ahorrar tiempo, pero haciendo que los modelos se repitieran, caso que en los bordados y picaos no sucede jamás.
Faltriquera
Bajo la primera falda o falda cimera y sobre la segunda va la faltriquera o faldiquera, que es sin duda el último y más moderno complemento incorporado al traje. La faltriquera es un pequeño bolsillo que se ata a la cintura con dos cintas y de la que hay una gran variedad de motivos y modelos: para el diario telas toscas a base de retales, carente de adornos, excepto en pocos casos en los que llevan bordadas las iniciales. Hay otras más serranas adornadas con cintas y cordones, perifollos y escarapelas de ricos y vivos colores y que suelen llevar a la vista o bajo el mandil. En el Valle solían ser en general de terciopelo negro bordadas con flores de colores junto con las iniciales. También las había en vivos colores bordadas a cordoncillo. Otras son hechas de lienzo polícromo y, como único adorno, una tira pica bordeando la faltriquera.
Delantal
Sobre las diferentes faldas, medio ocultando la faltriquera, los delantales y los mandiles, de los que hay una gran variedad y cuya nota común es, como siempre, el colorido y la minuciosa labor. Los delantales son más cortos y barrocos en cuanto a los adornos, dejando ver, por lo general, los dibujos bordados, picaos, estampados o pirograbados de las faldas. Se usan en todo el Valle cuando se visten con el traje llamado de serrana.
El mandiles pieza de más rancio abolengo y antigüedad; llega a tocar el roero de la falda, cubriendo por completo la parte delantera de la mujer. Para las ceremonias y fiestas más importantes suelen ser de terciopelo negro adornado con pasamanería y azabache y bordeado por la inseparable puntilla de bolillos. Para los días especiales, mandiles de satén o seda brillante de vivos colores, sin apenas adornos,salvo la puntilla. Otros se deshilan sobre la misma tela, labrando un bordado excepcional con sus propios hilos. Otros se bordan en su parte baja con motivos florales. Los hay adornados con cintas varias que se cosen por los bordes del mandil casi por completo, de forma similar a los que hacen y gastan en la comarca de Lagartera.
Medias
Cubrían las piernas con medias de lana, generalmente blancas, en algunos casos azules o encarnadas y negras para las mayores; en general llevan un adorno llamado espiga, aunque hay gran variedad.
Calzado
A los pies, zapatos de cordobán, con tacón de carrete, en terciopelo negro, bordados con finos ramos y hechos a mano y a medida. Los cordones, de lana polícroma, llevan en sus extremos sendas borlas de lana. Estos zapatos acompañan, en los días de boato, a todos los trajes del Valle indistintamente; su uso es general, variando el color de los zapatos que, aunque la mayoría son negros por ser los utilizados en las bodas, podían ir en función del color del traje. Para las bodas algunas usaban botines de becerro labrados o zapatos negros del mismo tipo del de cordobán, pero hechos en cuero de becerro. Y para el campo, abarcas de cuero con la puntera cerrada y repujadas con adornos, en su mayoría florales. Hoy en día quedan pocos zapateros que sigan ejerciendo su labor tradicional y artesanal.
(información de Daniel Peces Ayuso, extraída de la página http://www.joyanco.com/Poyales/traje.html)
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