Alfoz de la Adrada nació por la unión de un grupo de personas que tienen en común un gran interés por el folklore, impulsadas por Daniel Peces Ayuso, reconocido folklorista y experto en danzas y tradiciones.
Desde el cominezo, el principal fin del grupo ha sido recuperar y transmitir la cultura tradicional por medio de música, bailes e indumentaria.
Venimos realizando una laboriosa tarea de investigación y recopilación de los trajes típicos que se lucían tanto en nuestra localidad como en toda la comarca. Gracias a la búsqueda en los baúles de nuestros antepasados y a las manos primorosas de los propios componentes del grupo, hemos logrado recuperar varios trajes: de boda, de paseo, de fiesta, de faena...
Los principales bailes que interpreta el grupo, todos coreografiados por Daniel Peces, son: jotas, boleros, fandangos, rondeñas, malagueñas y seguidillas.
Todos los veranos, desde 1999, se celebra el Encuentro de Folklore Villa de La Adrada; por él pasan año tras año grupos provenientes de nuestra Comunidad, del resto de España y del extranjero, dando lugar a uno de los acontecimientos culturales más importantes del verano en nuestro entorno.

jueves, 21 de marzo de 2013

Joyas

        
Las arracadas o pendientes lla­mados de herradura y sus innumerables variantes mantienen evidentes analogías con los tesorillos de la Edad del Hierro, allá por el siglo VIII antes de Cristo, concretamente con los tesoros de La Aliseda y de Carambolo. También mantie­nen claras analogías con otros pendientes de la misma época hallados en las necrópolis cel­tas del noroeste español. Las formas de herradura, de sol o media luna son signos muy uti­lizados por las culturasdel año 1000 antes de Cristo en gran parte de la Península.

         Aún son muchas las mujeres del Valle que siguen utilizando las arraca­das o pendientes tradicionales, desta­cando el tipo llamado africana, varian­te simple del de herradura. En muchas ocasiones con el peso y el tamaño de los pendientes se rajaban las orejas, teniendo algunas mujeres que sujetár­selos al pañuelo o trenza de sus toca­dos.


         Los pendientes llamados de lazo o calabaza, que están lle­nos de simbología, en sus for­mas muestran claros signos orientales manteniendo pareci­do con los hallados en excava­ciones arqueológicas tartesas. Los componen tres piezas, la primera y cierre del pendiente llamada pilón tiene forma de sol con doce rayos en forma de bola y en el centro seis esmal­tes interpuestos, tres blancos y tres negros. Del pilón cuelga un lazo y de él dos, cuatro o seis campanitas, dependiendo del tamaño; y también le cuelga la llamada calabaza, hueca, de forma cónica, de rica filigrana. Cuentan que en el pueblo de Arenas el pilón represen­taba a los antepasados y a la familia, el lazo simboliza la unión, las campanas, la fiesta, siendo la calabaza el símbolo de la prosperidad y fertilidad. Quizá por ello se preferían para el mo­mento de la boda.


         Gargantilla. Varía el tamaño de las cuentas y el largo. Del collar o gargantillona cuelgan el galápago o la temblera. El primero simula el capara­zón, en forma esquematizada, del ani­mal que le da nombre, símbolo de re­sistencia y sabiduría, y de mayor antigüedad que la temblera. Ésta es una especie de cruz de dos piezas, la superior con forma de lazo y la inferior es la cruz; de ambas partes penden cinco, siete u once pequeños colgantes con forma de pequeños galápagos. En el centro de la cruz se intercalan seis puntos de esmalte, tres blancos y tres negros de clara herencia árabe.

         Completan el ajuar femenino grandes crucifijos de filigrana, medallas votivas, amuletos varios, broches, casi siempre de oro y plata, la botonadura del jubón, también de plata, pulseras, anillos. Y, por supuesto, las horquillas para sujetar el peinado, en su mayoría de plata y de muy variada filigrana. Las hay de dos ti­pos, unas redondas con dos pequeñas bolitas que cuelgan del centro, llama­das lágrimas, y otras que carecen de di­chos ornamentos. Las horquillas que los tienen se colocan a ambos lados, mientras que las otras se suelen usar a modo de peineta.

         No existen dos piezas iguales, pues todas las piezas del ajuar eran hechas de forma artesanal por las plateras, ver­daderas maestras de la orfebrería y de cuyas manos salieron las joyas tan hermosas que lucieron y lucen las se­rranas. Este gremio desaparece total­mente de nuestras villas y pueblos a principios de este siglo. Las joyas han venido pasando de generación en ge­neración a modo de pequeños tesoros familiares de incalculable valor senti­mental.


(Daniel Peces Ayuso. http://www.joyanco.com/Poyales/traje.html)

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